sábado, julio 16

desEqulibrio (2)

















Lo hacía todas las veces que lo veía. Era una rutina la suya, la de ir recorriendo el espacio que nos separaba en la cuerda floja poniendo cara de un verdadero idiota, de un verdadero cara rota y cara dura que en su mirar se leía: “ A mi no me va a pasar nada, de nada… ¿Dudás?”.
Parecía que tenia un trato con la inmortalidad en cada paso que daba, en cada distancia que acortaba hacia mí, para mi. Y cada vez que sucedía esto giraba mi alma alrededor suyo y alrededor mio, acallando las ganas locas de gritar, alertar, maldecir.
Entonces de la manera más siniestra el silencio detenía el tiempo, la distancia se hacía inmensa, abismal y no quedaba más que un dolor lacerante en los ojos, de las veces que tuve que mirar de lado para no ver lo que no quería que fuese verdad.



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